Es quizás el más conocido dentro del grupo de las rapaces diurnas, por su diseño perfecto y su maestría en el vuelo, convirtiéndose así en una de las más hermosas y admiradas.
Dentro del grupo de los halcones peregrinos podemos encontrar unas 19 subespecies, no está demasiado claro pues hay diferentes investigaciones que no declaran a todas como subespecies si no como otras "razas".
Su distribución geográfica es muy amplia, pudiendo encontrarlo en tundras árticas o en zonas tropicales, es una de las especies más extendida en el mundo.
Los halcones poseen unas alas largas, estrechas y puntiagudas con las que cortan el aire. Son maravillas aerodinámicas y de la evolución. Con esa constitución tan armoniosa denota su gran vuelo, siendo el más rápido y vertiginoso, alcanzando velocidades de hasta 400 km/ en el picado.
Se le puede encontrar en paredes rocosas que cuentan con huecos y repisas ideales para anidar. Este hábitat es muy abundante en zonas de alta montaña o litoral.
Es un cazador que lo hace desde el cielo. Cuando alcanza la altura necesaria y ha detectado a su presa se lanza en picado plegando sus alas para conseguir más velocidad e incluso batiendo sus alas. En el último momento es cuando se endereza y golpea la presa a gran velocidad; trabando: llevandose a su presa en mano o acuchillando: dando un golpe mortal con sus potentes garras.
Es un cazador que lo hace desde el cielo. Cuando alcanza la altura necesaria y ha detectado a su presa se lanza en picado plegando sus alas para conseguir más velocidad e incluso batiendo sus alas. En el último momento es cuando se endereza y golpea la presa a gran velocidad; trabando: llevandose a su presa en mano o acuchillando: dando un golpe mortal con sus potentes garras.
Este ave es exclusivamente ornitofago, esto quiere decir que su alimentación esta basada en aves.
Los halcones poseen un saliente o "diente" en la mandíbula superior que encaja muy bien en una muesca de la mandíbula inferior. Les sirve para romper el cuello de sus presas con un hábil y rápido golpe.
Sobre la década de los 60 una voz de alarma sacudió las conciencias sensibles ante los problemas del entorno. En una parte de la naturaleza se avecinaba a la catástrofe debido al efecto de los biocidas empleados en los tratamientos contra insectos y otras plagas agrícolas.
Este tóxico era transmitido a animales que luego eran el alimento de los halcones puesto que ocupa un lugar privilegiado en la cadena trófica.
El halcón peregrino no era capaz de eliminar el tóxico de su organismo y su acumulación le causó problemas a la hora de criar. Los huevos puestos tenían un cascarón mucho más frágil que podrían romperse por el peso de su madre al ser incubados o bien no llegar a término el embrión (aborto) por la pérdida excesiva de humedad debido a la gran porosidad que tendría la cáscara debida a su delgadez. Esto diezmo la población mundial del halcón peregrino que se convirtió en el símbolo del problema. Se trataba de una especie ligada desde tiempos muy antiguos al hombre.
Así que cuando las poblaciones comenzaron a caer en picado, los observadores pudieron documentar la debacle: a mediados del siglo XX, el peregrino desaparecía de amplísimas regiones de Europa Occidental y Norteamérica.